miércoles, 24 de noviembre de 2010

Bio Bio Bio

Si tengo que hacer una carta de presentación estaría años. Si tengo que definirme en pocas palabras no podría, porque no querría dejar afuera alguna que parezca indispensable en mi descripción. Por ende, aún no sé, pero intentaré hacerlo sin pensar demasiado cómo. Nací en una ciudad situada a 160 km de Buenos Aires.
Ciudad de casas bajas, de barrios con nombres bastante feos, pero plazas hermosas. De gente que se sienta todos los días cálidos en su vereda a tomar unos mates, y ver quién pasa por la calle. Aunque no te conozcan te saludan como si lo hicieran de toda la vida, esa es la típica calidez de un pueblo, te sentís en familia, aunque ni siquiera sepas de quien se trata. Viví 5 cortos años de mi vida allí, pero es hoy que hablo de ella como “mi” ciudad. Mis padres, tiernos como el algodón, jóvenes y luchadores, hicieron que mis días allá sean de los más felices. Mi abuela, mi reina, tomábamos el té a las 17 hrs después del jardín, y me llenaba de historias que no quiero olvidar. No puedo dejar de nombrar a mis compañeros de batallas, mis hermanos, hombres ambos, por eso es que no me describo la mas femenina de todas. Los tres mosqueteros. Aventureros y arriesgados, ¡si que hemos hecho de todo!
No podría dejar de mencionar a mis vecinos, japoneses, de Japón en serio, nada de bromas. De esas familias que quieres guardarte en una cajita para siempre en tu mesa de luz. De nadie más aprendí tanto de cómo apreciar lo que uno tiene, como de ellos. Y ni hablar de mi pequeña prima, "la peque" como suelo llamarla, es un pequeño pedazo de cielo, linda, tan linda!...
con quien comparti cosas que siempre que necesito una sonrisa en mi cara, me acuerdo de ellas asi aparece.
Cuando tengo 5 años, por trabajo, mi padre tiene que mudarse a una ciudad de nombre similar y a tan sólo media hora de distancia. A pesar de que éramos chicos, a los 3 mosqueteros les costó mucho acomodarse, gente nueva, que no se sienta afuera de sus veredas a la tardecita. Si es cierto que son amables, son esa gente de campo que aunque no te conozca te invita un asado. Igual a mi mucho el campo no me gusta, en realidad creo que nada. Pero mi papa trabajaba de eso, y con 5 años (aunque me hubiese gustado) no podía quedarme sola en mi ciudad natal, ya sea con mi abuela, con mis primos, o mis vecinos de Japón.
Lloramos mucho, lo recuerdo bien, a mi mamá le costó mucho también, por eso no me sentía tan mal. Llegaba el viernes y volábamos en auto a visitar nuestras calles, que nos esperaban con los brazos abiertos. Pero luego había que volver, creo que por eso le he tomado ese gusto amargo a los domingos.
Hoy, 18 años más tarde ya no vivo allí ni allá, vivo en la capital, en una ciudad que atrapa y enamora, a pesar de que también abruma. Me mudé a Buenos Aires para estudiar moda, de chica siempre tuve (como buena libriana) dos polos muy opuestos, la pasión por el mundo fashion, telas y dibujos, y la pasión por la naturaleza, Nathional Geographycs y la selva. Creo que opté por lo que estaba a mi alcance, y por lo que mi familia no se muriera de un síncope. Así que aquí estoy, ya con mi título en mano, después de 3 años de carrera. Sigo estudiando con una persona que mi vida puso en el camino como para que mi cabeza despierte y diga: ¡oiga madame despierte! La vida es mucho más de lo que ves a simple vista.
Y así trato de ir por la vida, viendo más de lo que mis ojos ven, y hablando tanto con moi-même que preferí comenzar a escribir. Así estamos, sé que, en breve, tengo que volver a ser una ciudadana coherente, lo sé. Pero aún no, por favor, todavía no.